miércoles, 17 de octubre de 2007

Prensa / Lo nuestro es Atypico


El número 13 de Atypica, pituca revista rosarina, estaba dedicado a lo prohibido. Su editorial de turno decía: “Las prohibiciones, sean políticas o no, nos producen urticaria. Además, no podemos aceptarlas, en ocasiones, sin ningún motivo concreto sino sólo por combatir la imposición, a la que nunca nos terminamos de acostumbrar. No sabemos si fue por influencia de la temática y su muletilla “prohibido prohibir” o simple coincidencia que justo elegimos este título para el número 13...”. “Atypica alardea de un caprichoso escepticismo, así que tomó la numerología con soda, adoptó un gato negro de mascota y sale a la calle con este número prohibido rebelándose contra las supertisciones. Prestale menos atención a las pavadas y quédate del lado de las cosas buenas”.

Ya adentro de la revista, en la nota dedicada a nuestras fotos se leía lo siguiente:
Revista Atypica n° 13
Carteles violentos

Dos diseñadores rosarinos muestran en Atypica parte de su colección de gráfica callejera, en un paseo por las distintas formas de prohibir urbano.

Cada vez que alguien prohibe algo, ejercita de alguna forma la violencia. Cuando se pronuncia la palabra”prohibido” en alguna frase, por más intención que se tenga de evitar el choque, hay un contenido violento detrás, el de la cosa impuesta, más allá del tono de voz o de las oraciones que la acompañen. Esto es más evidente aún al recorrer las fotos que los diseñadores gráficos Guillermo Buelga y Juan Manuel Alonso tomaron de distintos carteles que vetan la realización de distintas acciones.
Hace algunos años, en épocas de vacas flacas, estos dos rosarinos empezaron una colección de gráfica callejera que llegó a las 1.500 imágenes. El objetivo principal era perseguir esas expresiones gráficas, tipográficas especificamente, que hablan de una época y de una generación que valoran que y que permanece en Rosario al lado del desarrollo y la modernización.
De entre esas fotos, Atypica seleccionó algunas que expresaban alguna prohibición o condicionamiento. En ellas se puede ver que por más extraño el diseño, más ridícula la disposición o más amable el texto, la palabra que empieza con “p” nos da una orden, y nuestro cerebro reacciona en respuesta a esa imposición.
En el mismo camino, desde hace seis años, los porteños Esteban Seimandi, Gastón Silberman y Machi Mendieta empezaron a coleccionar fotos de carteles en vía pública como entretenimiento, y acumularon más de 8 mil que hoy conforman el Proyecto Cartele (
www.carteleonline.com) Junto a los vascos de amaste.com, tuvieron un vástago: el Proyecto Prohibido. En una mirada rápida, vas a poder sentir lo mismo: cambian las tipografías, cambian los colores y los soportes, pero el efecto es el mismo.