jueves, 30 de agosto de 2007

Plástico







—Preferiría que no le saques. Me dice este Bartleby rosarino, ensimismado en su pequeño escritorio, dentro del local finito. No me lo impide, sólo pregunta si es posible evitarlo.—Cada día nos va peor —sigue—. Al que está arriba lo tengo declarado pero al que está contra el árbol no. Si podés no le saqués.Le estoy por explicar que no creo que le traiga consecuencias pero me abstengo, nunca se sabe.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Pizarrón






Vélez Sarsfield, después Junín. Pequeños supermercados atiborrados, pizarrones en la vereda, pinturas en las paredes, vidrieras repletas.—¿Y a ustedes quién los manda? ¿Los chinos? —el tipo no nos ve caras de espías pero igual desconfía de las cámaras que portamos. —¿Quiénes son los chinos? —le pregunto. El tipo a su vez tiene cara de turco.—Van a poner un supermercado por Vélez Sarsfield y Aldao y nos están averiguando todo. Los precios, a quién le compramos, quiénes son nuestros clientes. Se quieren quedar con todo.Es la versión local de la invasión amarilla, quizá algo desteñida. Coreanos recién afincados amenazando a pobres mercaderes argentinos que, ya no tan confiados en su impronta y localía, temen la continuidad de una derrota que aparenta ser eterna.A medida que avanzamos el cantito regresa como una letanía ¿Quién los manda, los chinos? Una psicosis de barrio apuntalada por los reveses y las cuentas en rojo. Escobillones, veneno para hormigas, regaderas, todo colgado desde unas vigas de madera; el decorado de una ferretería. Una viejita encorvada, amparada detrás del mostrador al fondo del pasillo me hace la pregunta repetida, se niega a que fotografiemos el cartel que sobrevuela el toldo de lona y luego asegura: “Nos están vigilando con satélites los chinos”. En la carnicería son un poco más optimistas: “Sobreviviremos”, dicen sonrientes.

lunes, 27 de agosto de 2007

Pared




Hacia fines de los 80 los edificios de la Maltería eran un lugar emblemático de la ciudad. Esos paisajes contiguos al río, con su carga industrial en decadencia y la ilusión (perdida) del progreso inscripta en sus instalaciones podían asociarse sin esfuerzo al tono de El Astillero, de Onetti, y a su historia levemente cínica. El vaho húmedo de sus paredes parecía exudar, aún, ese momento de confianza único —al cual más que imprecisamente podríamos ubicar entre mediados de los 30 y mediados de los 60— cuando el capitalismo en la Argentina parecía revestirse de una pátina de romanticismo. La atención hacia esas ruinas era algo que estaba en el aire e iba a cambiar de signo. Algunos años después esos mismos edificios serían utilizados para mostrar las nuevas tendencias del diseño. El edificio, que ofrecía casi una estela arqueológica para una etnografía precaria, puesto que entrecortadamente aún susurraba, era definitivamente clausurado en tal sentido mediante la congelante mirada del buen gusto.

viernes, 24 de agosto de 2007

Neón





En Shakespeare y en Calderón, las batallas ocupan continuamente el último acto, y los reyes, príncipes, escuderos y séquitos “entran en escena huyendo”. El instante en que se vuelven visibles a los espectadores los hace detenerse. El escenario da la voz de alto a la huida de los personajes del drama. Su ingreso en el campo visual de quienes no participan en la acción y están realmente por encima de ellos, permite tomar aliento a esos abandonados a su suerte y los envuelve en una atmósfera nueva. Por eso la entrada en escena de los que llegan “huyendo” tiene su significado oculto. En la lectura de esta indicación entra en juego la esperanza de un lugar, de una luz o de unas candilejas en las que nuestra huida por la vida también quede a salvo de observadores extraños.
Walter Benjamin (“Máscaras-Guardarropa”)

jueves, 23 de agosto de 2007

Clubes






La vida, en el recuerdo, se convierte en una película muda. La primera imagen de mi vida es una cortina, blanca, transparente, que cuelga creo que inmóvil ante una ventana que da a una calleja más bien triste y oscura. Esa cortina me aterroriza y me angustia; pero no como algo amenazador o desagradable, sino como algo cósmico. En aquella cortina se compendia y toma cuerpo todo el espíritu de la casa en que nací. Era una casa burguesa, en Bolonia. En realidad las imágenes que compiten con la cortina por la primacía cronológica son: una habitación con alcoba (donde dormía mi abuela); unos pesados muebles como es debido; una carroza, en la calle, a la que quería subir. Estas imágenes son menos dolorosas que la de la cortina; no obstante, también en ellas está representado algo cósmico en lo que reside el espíritu pequeño-burgués del mundo en que nací. Pero si en los objetos y las cosas cuyas imágenes me han quedado fijadas en el recuerdo —como las de un sueño indeleble— se precipita y se concentra todo un mundo de “recuerdos” que tales imágenes evocan en un solo instante, o sea, si aquellos objetos y aquellas cosas son contenedores dentro de los cuales se reúne un universo que yo puedo sacar de ellos y observar, entonces al mismo tiempo tales objetos y tales cosas son también algo distinto de un contenedor.
Pier Paolo Pasolini

miércoles, 22 de agosto de 2007

Sobre Vidrio





Se hace tarde, está oscureciendo. El caudal de tráfico aumenta y de pronto las calles se llenan de autos, es el final de la jornada laboral. Detenidos en el semáforo, a punto de ingresar a la avenida Alberdi, las luces de los guiños de los autos que están adelante reverberan y su intermitencia se va reproduciendo y multiplicando en las chapas y paragolpes de los que esperan. Este instante en que la tarde se desliza en la noche y los carteles de las calles se encienden —aunque el neón aún no brille izo opacado por la última claridad del día— se sitúa fuera del tiempo. Otra ciudad emerge al esfumarse los límites, disminuyen los caracteres de época; entonces es posible ver o adivinar una ciudad anterior...

sábado, 18 de agosto de 2007

Introducción


Fuera de campo. En las fotos se presiente el rastro de lo que falta: la ciudad; pero ésta se sobone a su ausenciarep, a su relegamiento a un segundo plano restringido. Esto no es producido por un efecto o un mérito- de las fotografías, sucede; es una cualidad inherente a las cosas retratadas. La manifestación ocurre por fuera del encuadre, mínimo por otra parte, y quizás en contra de él; entre los objetos retratados y su búsqueda.
Excluidas del registro fotográfico de este libro quedaron las marcas comerciales y las gráficas rotuladas digitalmente. Las marcas —animadas por otra lógica— mantienen con el habitante una relación unilateral, sólo ellas hablan. Cabría preguntarse entonces por la diferencia entre “marca” y “firma” (o nombre de negocio); es, en principio, una diferencia cuantitativa: ¿cuántas veces se repite a lo largo del paisaje? Una: firma; cincuenta: marca. Además, el modo de producción de las escrituras fotografiadas difiere radicalmente del seguido por las marcas; no tanto en su aspecto técnico —aunque también allí—sino en cuanto a su concepción. Las primeras carecen de estrategia —sólo existe un módico objetivo inmediato, diferenciarse del cartel de media cuadra—, en las segundas la estrategia lo es todo y así los objetos, próximos a ese discurso totalizador, quedan subordinados a la estrategia y desentendidos de su ubicación física.
Las imágenes aquí reunidas enfocan objetos que proceden de una concepción anterior, visual, gráfica; pero también social, mercantil, económica, ciudadana. Muchos de esos objetos aún están presentes en la ciudad, pero su capacidad de evocación se debilita.
Detrás de lo que anuncian los letreros, en su estricta visualidad, disimulada entre las diferentes caligrafías que se entrecruzan y las personas que se desplazan de una vereda a otra quizá pueda verificarse una trama. Más que a lineamientos tipográficos estas letras demarcan y aluden a una topografía que se configura desplazada del orden al que pertenece.

viernes, 17 de agosto de 2007

Escrito en el Aire, un proyecto de Guillermo Buelga y Juan Manuel Alonso

A partir de unas 1.500 fotografías de escrituras dispersas en las calles de la ciudad de Rosario, cuyas tomas realizaron entre febrero y mayo de 2001, Guillermo Buelga y Juan Manuel Alonso agruparon las imágenes seleccionadas para este libro según los modos técnico constructivos de las diferentes caligrafías presentes (en su mayoría se trata de letreros publictarios); de allí que las secciones de este libro se llamen: letras en tres dimensiones, en relieve, de chapa, sobre vidrio, sobre plástico, en neón... Pero Escrito en el aire no es específicamente un libro de fotografías, se trata más bien de un retrato metonímico de Rosario que reconstruye a partir de esas escrituras en carteles, vidrieras y chapas, otro relato sobre la ciudad.