miércoles, 29 de agosto de 2007

Pizarrón






Vélez Sarsfield, después Junín. Pequeños supermercados atiborrados, pizarrones en la vereda, pinturas en las paredes, vidrieras repletas.—¿Y a ustedes quién los manda? ¿Los chinos? —el tipo no nos ve caras de espías pero igual desconfía de las cámaras que portamos. —¿Quiénes son los chinos? —le pregunto. El tipo a su vez tiene cara de turco.—Van a poner un supermercado por Vélez Sarsfield y Aldao y nos están averiguando todo. Los precios, a quién le compramos, quiénes son nuestros clientes. Se quieren quedar con todo.Es la versión local de la invasión amarilla, quizá algo desteñida. Coreanos recién afincados amenazando a pobres mercaderes argentinos que, ya no tan confiados en su impronta y localía, temen la continuidad de una derrota que aparenta ser eterna.A medida que avanzamos el cantito regresa como una letanía ¿Quién los manda, los chinos? Una psicosis de barrio apuntalada por los reveses y las cuentas en rojo. Escobillones, veneno para hormigas, regaderas, todo colgado desde unas vigas de madera; el decorado de una ferretería. Una viejita encorvada, amparada detrás del mostrador al fondo del pasillo me hace la pregunta repetida, se niega a que fotografiemos el cartel que sobrevuela el toldo de lona y luego asegura: “Nos están vigilando con satélites los chinos”. En la carnicería son un poco más optimistas: “Sobreviviremos”, dicen sonrientes.